¿Defraudar-me? – Alejandro Millán

Muchos de nosotros somos conscientes del contrato no verbal que existe entre la familia y nosotros, uno principalmente basado en cumplir con las expectativas que surgen incluso mucho antes de tú nacimiento, como sí irremediablemente esperaran que fueses perfecto, el hombre de la casa, dueño de un negocio, una madre ejemplar, que te gradúes con honores y quizás que, mantengas el legado familiar, sin embargo, al final del día para un niño que siquiera es consciente de su existencia, es solicitado ya para el puesto de el mejor ser vivo que pueda existir, aunque suene demasiado profundo y complejo, nunca existe siquiera un apartado para tú firma, es más, un ultimátum de vida, uno del que particularmente yo, no pude escapar.

Crecí en una familia de profesionales, algo parecida justamente a las de los juegos del hambre, donde realmente la cornucopia eran libros y, las armas conocimiento, mí madre la mejor contadora, mis tías dos de ellas abogadas y, la más pequeña, una gran gerente de recursos humanos; mi abuela no tuvo muchas posibilidades cuando era pequeña, pero se encargó de que todos nosotros pudiéramos tener todo lo que queríamos con esfuerzo, sacrificio y sudor, pasó años trabajando como secretaria para poder pagar su educación, así que, un día, el hecho de que yo me enamorára de la música y quisiera estudiar en UNEARTE, era un gran pesar, la posibilidad de no ser suficiente, dejó grandes heridas en mí, era un gran cantante, con mucho potencial, en ocasiones en casa me llamaban Pavarotti, por mi gran proyección, pero cuando estaba fuera de casa, sólo era un pequeño ratón, rodeado de muchos Goliat, poco a poco esos…no puedes, intenta otra cosa; terminaron por apagar esa llama que yo anhelaba con toda mi vida, quizás terminé yo mismo intentando esconderme en ese baúl que ellos llamaban normalidad, terminé quemando mi sueño y aferrándome a la realidad, pero es secreto, esperaba un día ser aplaudido y aceptado, por ser diferente; esa posibilidad tardo muchos años en llegar, un día obstinado ya por los constantes arrebatos de mi pecho por querer salirse de mí cuerpo, y los llantos abrasivos que nunca paraban, entendí que ya no podía seguir guardando todas esas palabras que sin darme cuenta estaban clavando espinas constantemente en mí cuerpo, odiaba quien era, por lo normal que significaba, no podía ser yo mismo sin fracturar mi seguridad, no quería lastimar a nadie con todo lo que tenía por decir, menos a mí familia; Sin embargo, una noche no tan distinta al resto, alguien llegó como una luz de esperanza, no una máscara, y tampoco una dualidad, más bien, como una extensión de mi alma, lo llamé Tiagopoe, un joven escritor con una vida con toques tan oscuros como los trabajos de Edgar Allan Poe, pero con la misma cantidad de esperanza del seguidor de Cristo llamado Santiago, una combinación extraña ¿No?

Un escrito, se convirtió en cientos, y al fin me podía sentir orgulloso de poder ser leído, visible ante los demás, aunque no supieran que era yo, de cierta manera, entendían mis dilemas, los compartían, y se sentían entendidos cuando los leían, para alguien como yo, que llevaba oculto toda su vida, Tiagopoe era un personaje que yo amaba vivir, significaba, un futuro fuera de ese baúl.

No pasó mucho tiempo para que mí familia lo supiera, al contrario de lo que yo pensaba, me apoyaron, una de mis tías es de mis seguidoras más fieles. Mi madre le encanta leerlos, dice que son muy sanadores, algunos le parecen atrevidos, pero significaba mi salida al mundo para ellas, notaron que tenía muchas cosas por decir, entendieron, que estaba genial, no ser iguales, que la poesía, se debía recuperar, y no hizo falta un libro, o un concurso, para ratificar su apoyo.

Realmente, lo que ayudó fue, mostrarme como soy, a pesar del miedo, un día decirles: Este soy yo, un escritor.

Claro, no todos los días era una comedia romántica, luego de que se los dije, ningún sueño es fácil, tuve la virtud de contar con amigos profundamente excepcionales, mis dos mejores amigos que hasta el momento son esos ángeles que nunca permitieron que abandonara esta parte de mí, aunque no tuviera muchos seguidores, la fuerza que ellos me entregaban era mágica, con Will participé por primera vez en un concurso de guiones para una historia basada en la icónica canción: Hijo de la luna, el cual ganamos, y así muchos otros en los que participamos. Raisa por otra parte, me ayudaba constantemente con mi página, y era como una catadora nata de mis letras, entendía lo que escribía, incluso cuando muchas veces ni yo era capaz.

Existían noches tan crudas y dolorosas, que todo lo que podía hacer era escribir: lo cual, sin duda, salvó mi vida de muchas formas, batallo frente a frente con la ansiedad y la depresión, me llenó de confianza, me dio un lugar en este mundo, me ha ayudado a traducir mi alma, ahora sé, que sí, soy suficiente, ya sea como escritor, músico, malabarista y me amaré siendo lo que yo mismo decida ser para mí vida, eso no cambiará por lo ¡especial y único que soy!

Gracias Tiagopoe por ser el mejor amigo, Mi brazo escritor.

 

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