ANDRÉS VIANA

¡Wao! Que complicado es escribir algo sobre uno mismo… el utilizar siempre la primera persona hace que la narrativa se mantenga en la delgada línea del famoso “yoismo”, pero bueno, allí voy:

Mi nombre es Luis Andrés Viana, pero soy más Andrés que Luis, desde que tengo uso de razón práctico deportes, evito los excesos, tengo una alimentación balanceada; el consumo de alcohol es ocasional y sólo para socializar, nunca he fumado, ni consumo drogas de ningún tipo… pero, ninguna de esas precisiones o estilo de vida evitó que casi falleciera en el año 2021 y allí comienza lo que considero es la segunda parte de mi vida.

Todo comenzó con varios días sintiendo dolor y molestia en mi cabeza y aunque trabajaba en una empresa de servicios médicos, la única acción preventiva que tuve fue ingerir algunas pastillas contra el dolor, uno que nunca cedió y fue en aumento hasta que un día al despertar y levantarme de la cama, sentí además del mismo dolor que, tenía una pesadez inusual en mi pierna izquierda, así como también una parálisis en mi rostro (ojo derecho abierto y boca torcida hacia la izquierda).

Al verme en el espejo, entiendo que este cuadro ya no era “normal” e inmediatamente solicité atención médica y al llegar al centro médico, el primer diagnóstico fue reservado debido a mi estado físico y un cuadro hipertensivo de 250/200 – para los que no saben, eso es más del doble para una persona -. Luego de cuatro días de hospitalización donde me realizaron una serie de exámenes y consultas con varios especialistas, se llegó al diagnóstico: “Evento Cerebro Vascular a nivel del tallo cerebral, producto de una crisis hipertensiva severa”.

Debo confesar que esos primeros días fueron difíciles, de mucha frustración y hasta pena porque, necesitaba ayuda para hacer todo, tuve que perder el pudor y dejarme ayudar de mi familia y seres queridos, pero luego sucedió algo inesperado, a pesar de los cuidados se repitió el evento y ahora como consecuencia me dejó una paraplejia flácida en mis miembros inferiores.

Este último diagnóstico me impresionó mucho, los pronósticos eran muy conservadores y aunque tenía a favor mi edad y condición de “atleta”. Ya en frío, decidí dejar a un lado los pensamientos negativos y me enfoqué en pensar, analizar y sobre todo, concientizar lo que estaba sucediendo y el porqué me encontraba de la noche a la mañana en esa situación, identifiqué que estaba en una intensa vorágine de malas decisiones en todos los ámbitos de mi vida producto de malas elecciones a nivel sentimental y una situación de salud familiar muy compleja.

En fin, me di cuenta que no estaba bien, era como un zombie, todo lo hacía en modo directo y actuando desde el dolor, lo que me llevaba a hacerlo de manera visceral…pero ¡coño! Lamentablemente, como personas estamos tratando de “normalizar” el vivir estresados, de mantener el silencio, tragarnos el dolor y continuar bajo las conductas establecidas por la “correcta” sociedad, muchas veces aceptando acciones y/o conductas irresponsables de otros; ¡y saben qué!, eso no está bien… esas situaciones nos crean o se manifiestan en nuestra salud física y mental, hasta el punto que nos puede arrebatar la vida y aunque parezca cliché, es la única que tenemos y no se puede malgastar de ninguna manera.

Desde ese momento he estado en lo que llamé: mi segunda parte, no podía seguir haciendo lo mismo y esperar otros resultados, así que, decidí ser un Andrés que se aceptaba, un Andrés sin miedo al qué dirán, un Andrés más atento a los gestos y silencios que a las acciones, un Andrés con ganas de demostrar que sí se puede, que nada es difícil, que la única derrota es, el no intentarlo, un Andres con disposición a escuchar sin juzgar y sobre todo que tiene las ganas verdaderas de ayudar al prójimo.

Entre las distintas poblaciones que hacemos vida en nuestra sociedad, las personas con discapacidad motora nos enfrentamos diariamente a una serie de situaciones y momentos incómodos, partiendo desde el desplazamiento físico, el acceso al sistema de salud y la aceptación de una sociedad que nos mira por “debajo del hombro” en prácticamente todos los aspectos.

¡Esta población es amplia y está desatendida! muchos tienen miedo a salir, se sienten solos, alejados, vejados, ignorados y sólo por no estar en el prototipo o ser un poquito diferente y debemos adaptar y construir espacios de toda índole para tod@s podamos desarrollarnos como individuos dignos, debemos elevar las banderas de una manera sincera para ser escuchad@s, atendid@s e impulsad@s, ¡no queremos lastima! exigimos equidad, igualdad y un trato digno, ya basta de ser l@s simple invitad@s para la foto formal del evento, curso, proyecto, etc.

Hoy Andres, no tiene miedo de decir que es un hombre, profesional, padre, hermano, amigo, gay y no tengo miedo del qué dirán o que me señalen, hoy estoy trabajando para ser el Andrés que siempre he soñado ser. 

Mis metas no son solo individuales, son colectivas porque tod@s debemos ser felices, originales, educados,  perseverantes y sobre todo, humanos; hoy apuesto por aquell@s que somos diferentes, apuesto por un mundo inclusivo, un mundo de tod@s.

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